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Pedro Arroyo Santana


Extracto del libro
Crónicas de Barros
(1945)
 

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Don Pedro Arroyo Santana fue uno de estos hombres prominentes, andamios de la personalidad criolla, que se distinguió como un conductor de muchedumbres y como maestro de civismo, principalmente de los barreños, sus compueblanos, dando a su pueblo (de donde nunca salió) sus entusiasmos, sus energías y los recursos de su mente clara. Poseyendo amplia cultura académica, sin embargo, no sobresalió como hombre de letras ni brilló en las ciencias: sobresalió como patriota y como un carácter de la consistencia del diamante, ausente de grietas y de flojedades.

Siendo la persona de mayor relieve en aquella sociedad, no había actividad cultural o recreativa en que no tomase la iniciativa; y en los movimientos políticos era el orientador de las masas; y en las desgracias individuales o colectivas, el paño de lágrimas de los castigados.

De él podemos decir lo que se ha dicho del malogrado poeta colombiano José Antonio Cano: "En él brillaban, en asociación dichosa, la lucidez de la inteligencia y la bondad del corazón. Por eso era el amigo de los tristes [los pobres] y el estimulador de cuantos le pedían apoyo y consejo."

Hombre de temerario valor personal y de intasable amor al terruño, hubiera formado en las filas revolucionarias si el espíritu de los próceres del 68 hubiera prevalecido en la conciencia insular y la rebeldía en contra del régimen colonial de la península hubiese estallado.

Era su progenitor, al igual que el de Muñoz Rivera, un conspicuo "conservador". Sin embargo, el joven Arroyo abrazó las ideas libertarias de Baldorioty de Castro, dando muestras de su puertorriqueñismo protestando abiertamente contra los abusos del poder, centralizado en aquella especie de Gestapo -la Guardia Civil- comandada por el capitán general.

Y en esta recia lucha por la prosecución de los derechos legítimos del país, estuvo al lado de Muñoz Rivera hasta la célebre asamblea autonomista convocada para sancionar el pacto sagastino. Fue entonces de los que no estando conformes con el pacto de marras, siguieron al Dr. Barbosa, "cuando este se llevó la bandera de la Autonomía para su casa".

Después del cambio de soberanía, cuando fue fundado el Partido Republicano Puertorriqueño y a cuya fundación cooperó don Pedro, creyó hasta su muerte que la felicidad del país estaba vinculada a los Estados Unidos.

De su arrojo y valentía da una elocuente pintura, la sección tercera de una Resolución del Comité Republicano de Barros aprobada el día 6 de julio de 1914, con motivo de su muerte, citando como el mozo Arroyo actuó al sentirse herido por frases mortificantes al país pronunciadas por uno de sus profesores:

"Cuando adolescente aún, pues apenas contaba 18 años, y estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza, viendo la tendencia de los catedráticos españoles a ridiculizar no solo al Sr. García, catedrático de Historia Natural, y cubano que aunque joven era digno de admiración por su talento, sino también a los puertorriqueños más salientes de aquella época, negando los méritos de los hijos de las dos Antillas, llegó un momento en que no pudiendo contenerse se dirigió al Sr. Comas, uno de los catedráticos españoles y quien era el aficionado a criticar a cubanos y puertorriqueños, intimándole a que cesara en sus acerbas críticas, pues, él como puertorriqueño no podía permitir que se hablase en mal sentido de sus paisanos, y como el catedrático despreciara la observación, el entonces joven Arroyo le tiró a la cara uno de los platos que había en la mesa. Este hecho dio lugar a que se intentara excluir al Sr. Arroyo del Instituto, pero una porfiada campaña de la Prensa liberal impidió el hecho."

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Nació en Barros en el año 1866, hijo de don José Sabino Arroyo y doña Josefa Santana.

 

A los dos años perdió su madre y quedó al cuidado de su tía doña Epifania Santana.

Estudió las primeras letras en la escuela de don José Ramón Rodríguez y luego le enviaron a San Juan. Con los jesuitas cursó la primera enseñanza y pasó después al Instituto Provincial de Segunda Enseñanza a cursar al bachillerato. Aquí, mientras cursaba el quinto año, ocurrió el incidente con el catedrático don Jaime Comas, el cual se describe en el párrafo anterior. Fue expulsado del Instituto, pero la influencia de su padre evitó le cerraran las puertas en los colegios de la península.

 

Embarcó hacia España y después de someterse a un examen fué admitido en la Escuela de Derecho de la Universidad de Barcelona. Cursó dos años, y en 1887 a causa de la muerte de su padre, regresó a Puerto Rico.

 

A su regreso a la isla encontró que Francisco Cepeda, periodista español, autonomista, había escrito algo en las columnas de "La Revista de Puerto Rico" que a su juicio resultaba irrespetuoso a la memoria de su progenitor. Inmediatamente, fue a Ponce a exigir una rectificación o una reparación por las armas (era buen tirador y diestro en el manejo de la espada), pero la intervención oportuna de algunos líderes autonomistas, entre ellos don Antonio & Molina contribuyó a que Cepeda diera una satisfacción evitándose de esta manera el duelo.

 

Desde que arribó a Puerto Rico se afilió al Partido Autonomista, al que dio todos sus entusiasmos.

 

Casó con doña Estela Vivas en 1890, de cuya unión nacieron cuatro hijos.

 

En la obra inédita de Mariano Abril, "Un Gran Antillano" aparece una relación de todos los puertorriqueños que tan espléndidamente respondieron al llamamiento cuando por mor de una campaña contra los monopolios fué preso Muñoz Rivera, y se le señaló una fianza, -a su juicio- tan excesiva para que no se pudiera cubrir. En esta lista o relación aparece don Pedro Arroyo poniendo a disposición de Muñoz Rivera 4,000 pesos en dinero y 10,000 en fincas.

 

Cuando empezaron a gobernar los liberales-fusionistas, después del "pacto" era alcalde de Barros, y por haber caído del lado de los Puros, inmediatamente presentó la renuncia de su cargo.

 

Días más tarde sostuvo en los Baños de Coamo una conferencia con dos connotados políticos fusionistas que le convencieron para que retirara la renuncia. Sin embargo, no habían transcurrido dos semanas cuando recibió una carta del capitán general destituyéndole.

 

Alrededor de esta destitución mucho se habló: don Luis Muñoz Rivera, jefe del Partido Fusionista que hacía la recomendación de candidatos, y a quien tenemos que creer por su valor y honradez, siempre sostuvo que él no tuvo participación alguna en este hecho.

 

El General Marín, que tenía gran amistad con don José Masbernat, cuñado de don Pedro, dijo en una ocasión que la carta de destitución se la habían deslizado, entre otros documentos, y la firmó inopinadamente. Y luego nos enteramos de que con motivo de este asunto, un día don Pedro, en la Botica Guillermety increpó duramente a un caballero, fallecido no hace mucho tiempo, a quien se atribuía la responsabilidad de tan enojoso caso.

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Siendo el líder máximo del Partido Republicano en la localidad, en las elecciones llevadas a cabo en 1900, salió electo Delegado a la Cámara, que sirvió por el término de dos años. Consiguió que en el plan insular de carreteras se incluyera la que conecta a Corozal con Barros.

 

Desempeñó los cargos políticos más importantes de la localidad: Alcalde, Asambleísta y Juez Municipal. Este último, hasta pocos días antes de su muerte ocurrida en julio 4 de 1914.

 

Hizo cuanto pudo en pro del progreso de su pueblo, no logrando todo lo que deseaba debido a que el gobierno unionista no cooperaba, pues Barros siempre se conservó hasta el triunfo de los populares- como inexpugnable baluarte republicano.

No vivió de la política, oficio que muchos ejercen para su propio beneficio y encumbramiento. Fue político por temperamento porque las luchas cívicas le entusiasmaban. Heredero de una envidiable fortuna, todos los gastos que supone el mantenimiento de una homogénea unidad política, corrían por su cuenta, y murió arruinado, pero aureolado por el cariño de un pueblo agradecido que le seguía como el rebaño al buen pastor. La Asamblea Municipal bautizó una de las calles y la escuela elemental de la población con su ilustre nombre.

 

- Pedro Arroyo Vivas (hijo)


 

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Fuente:

- Crónicas de Barros (Pedro Arroyo Vivas, 1945)
p
ágs. 204-209

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